Un
día como hoy, pero de 1941, Virginia Woolf, con 59 años de edad, decide caminar
por segunda vez hacia el río Ouse.
Virginia
plasmó en su obra literaria las dificultades de ser mujer, en un mundo dominado
por el sexo masculino. En su ensayo Un cuarto
propio, revela con gran fuerza su pensamiento feminista denunciando la
invisibilidad de la mujer, como también la dificultad para acceder a la
universidad, la segregación por sexo en la educación, o los estereotipos en la
novela.
Tuvo
la percepción de que todos albergamos un secreto. Quizás los abusos sexuales por parte de uno
de sus hermanastros, la hizo silenciar y crear un mundo que no se puede
compartir con nadie, así como, no se comparte con nadie un secreto. Y su tristeza, quizás la obtuvo o se agudizó después
de ser testigo de la muerte de sus seres queridos (primero su madre cuando Virginia
tenía 13 años, diez años más tarde su padre y después una hermana).
Sumida
en su propio universo y quizás para evadir tanta realidad comienza una búsqueda
implacable de horizontes nuevos donde conocer y reposar su espíritu, en uno de
sus diarios escribe: “ Un descubrimiento
en la vida, algo que uno pueda coger entre las manos y decir: esto es”.
Imagino
que ese irrumpir, se refiere a sentir o tener algo/alguien que le recuerde que
está viva. O quizás experimentar un
arrebato que estremeciera todo su ser, su permanente tristeza, o un arrebato,
que estremeciera ese sentimiento de estar deshabitada, de caminar sola y
abrirse paso dentro de sus propios miedos. Al sentirse una extraña para sí misma busca
en vano atrapar su esencia y reconoce su derrota ante el esfuerzo “La verdad es
que no se puede escribir directamente acerca del alma. Al mirarla se desvanece”.
Toda
la obra de Virginia es una constante experimentación donde usa diversas técnicas
narrativas que conducen a sus laberintos internos.
Después
de confesar a su esposo en una carta que presiente que enloquecerá de nuevo y
que esta vez no lo podrá soportar porque está escuchando voces, que ya no puede
luchar más, que ni siquiera la carta puede escribir y que no puede leer, le
agradece la vida que han compartido juntos.
Luego,
se comienza su caminata habitual, pero esta vez antes de llegar a la orilla del
río, llena las carteras de su abrigo con piedras, con muchas pequeñas piedras y
se adentra en las aguas y se entrega a la única condición que la podía salvar.
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