viernes, 9 de enero de 2015

"TODO LO QUE TENGO LO LLEVO CONMIGO"


Del Autor

Herta Muller, escritora rumana.  Su familia pertenece a los Suabos del Danubio, que formaban una minoría alemana.  Su abuelo granjero y comerciante, es expropiado de sus tierras bajo el régimen Comunista Rumano.  Su padre fue formado como nazi y su madre deportada a la Unión Soviética, donde en un “campo de trabajo” fue obligada a realizar trabajos de reparación, ya que los rusos consideraban que así, los alemanes pagaban su culpa colectiva, como cómplices de Hitler, sin considerar que, algunos también fueron víctimas del nacismo.  Herta nace ocho años después de finalizada la segunda guerra mundial, se forma bajo la sombra de unos padres deteriorados por lo que padecieron en la guerra y silenciosos del pasado que los atormentaba.

Del Libro

Uno de los libros en los que deja testimonio de lo ocurrido en aquellos campos de trabajo es “Todo lo que tengo lo llevo conmigo” donde recoge las conversaciones que mantuvo con su amigo el poeta Oskar Pastior, quien fue sobreviviente de uno de esos campos.  La muerte de Oskar no permitió que presentaran la novela en forma conjunta. 


El Argumento

El protagonista es Leopold Auberg, un adolescente de 17 años, es llevado a un campo de trabajo, donde, como otros, será sometido al hambre, frío, labores insalubres y, sobre todo, humillaciones.  En primera persona Leo describe sus reflexiones sobre el hambre, a quien llama Ángel del hambre, de cómo la única preocupación de los internos es saciarla.  Ante esta situación quedan al descubierto la conducta noble y despreciable de las personas sometidas a vicisitudes extremas.  Pero, la vida de Leopold, antes de ser tomado prisionero, ya estaba siendo sometida a duras realidades para sobrevivir:

En enero de 1945 la guerra continuaba.  Temiendo que en pleno invierno los rusos me obligasen a ir quién sabe dónde, todos quisieron darme algo que quizá tuviera utilidad, aunque ya no sirviese para nada.  Porque en el mundo nada servía”.

Confiesa la prostitución que ejerció:   “A mí me había sucedido algo. Algo prohibido.  Era extraño, sucio, vergonzoso y hermoso. … E
n el parque se practicaba un intercambio desenfrenado, y yo dejaba que me pasaran de uno a otro.  En verano los abedules tenían la piel blanca; en la maleza de jazmines y saúcos crecía una pared verde de follaje impermeable.


La voz de Leopold cada vez nos va confesando cada padecimiento y de cómo esa violencia comienza a roer su espíritu y lo comienza a convertir en una parte del silencio, lo hace callar inclusive cuando habla: “Llevo un equipaje de silencio.  Me he rodeado de un silencio tan hondo y duradero que nunca acierto a abrirme con las palabras.  Cuando hablo, solamente me cierro de otra manera”.   “Cuando la carne ha desaparecido del cuerpo, arrastrar tus huesos te convierte en una carga, te empuja hacia el interior del suelo”.


Todo lo que tengo lo llevo conmigo, parece que no fuera una novela, es más bien una larga y extensa prosa poética “los huesos colgaban sin asidero de mi soledad” en la que cada página nos envuelve y nos lleva a sentir y mirar la cruda realidad a la que se vieron enfrentadas miles de personas.

Las palabras de su abuela, cuando se despidió, las atesora en su mente.  Son una luz que lo mantiene vivo durante los cinco años.  Cuando cierra los ojos recuerda su rostro, el temblor de sus manos y espera desesperadamente, cumplir  la profecía sentenciada por aquella anciana “sé que volverás”.

Lo sorprendente es que cuando regresa, su familia es otra, está anestesiada por otros dolores, no le preguntan lo sucedido en el campo de trabajo, lo reciben como si fuera un extraño que llega y continúan con su vida ¿normal?.  El silencio de la familia de Leopold ante el dolor propio y el ajeno, es el mismo silencio ante el que sucumbieron los padres de Herta, es un silencio que se doblega ante el dolor y no se habla porque al convertirlo en palabra todo vuelve a doler aún más.

Leer a Herta Muller me ha servido para conocer la historia de quienes han sido sometidos a un régimen que en afán de justicia subyuga y mata a seres inocentes.  Una vez comenzado a leer este libro, en definitiva, no se puede parar porque cada renglón atrapa, cautiva y te hace sentir en carne propia lo padecido por miles de personas.

PÁRRAFOS

Les dejo algunos párrafos para que dimensionen la realidad y la pluma de Herta Muller:

“Cada palabra del hambre es una palabra de comida, tienes la imagen de la comida ante los ojos y el sabor en el paladar.  Las palabras de hambre de comida alimentan la fantasía,  se comen a sí mismas.  … Todo hambriento crónico tiene sus propias preferencias, palabras de comida raras, frecuentes y continúas”.

“Los zapatos de madera impiden doblar los dedos.  No levantas los pies del suelo, deslizas las piernas.  De tanto arrastrar los pies, se te ponen tiesas hasta las rodillas.  En los zapatos de madera no había derecho ni izquierdo”.

“Las mujeres de cal, arrastran el carro de caballos con los trozos de cal por la escarpada pendiente situada junto a las caballerizas.  A cada lado de la lanza van uncida cinco mujeres con correas de cuero alrededor de los hombros y las caderas.  Las escolta un guardia que camina a su lado.  Mientras tiran, tienen los ojos hinchados y húmedos y la boca entreabierta por el esfuerzo”

“Una de las mujeres de cal, es Trudi.   Trudi dice que las moscas del lodo huelen la sal en los ojos y el dulzor en el paladar.  Y cuanto más débil estás, más te lloran los ojos y más se endulza tu saliva.  a Trudi ya la uncían atrás de todo porque estaba muy débil para ir adelante.  Las moscas del barro ya no se posaban en el rabillo del ojo ni en los labios, sino en la pupila y en el interior de la boca.  Trudi Pelikan empezó a tambalearse.  Cuando cayó, el carro le pasó encima de lo dedos de los pies”

lunes, 5 de enero de 2015

"Los bienes de este mundo" de Irene Némirovsky



“Estaban juntos; eran felices.  Siempre vigilante, la familia se deslizaba entre ellos y los separaba con implacable suavidad, pero a los dos jóvenes les bastaba con saber que estaban cerca el uno del otro, lo demás se desvanecía.  Era un anochecer de otoño, a orillas del canal, a principios de siglo”.

Irene logra en su narrativa una gran velocidad que rápida entra en el imaginario del lector.  El párrafo que acabamos de leer es el inicio de su novela “Los bienes de este mundo” que fue publicada por entregas entre abril y junio de 1941.  Como el régimen de Vichy prohibía el trabajo a los judíos, se vio en la obligación de publicarla bajo el epígrafe “Obra inédita de una mujer joven”.  Después de cinco años del asesinato de Irene en Auschwitz, se editó en el año 1947 en forma completa.

Nuestra autora se sumerge en el período de entre-guerras en Francia, retrata y vive su contexto histórico, momentos en que las costumbres, las ideas y las fronteras se están desmoronando.  Cuenta con gran precisión los acontecimientos de una familia burguesa desde lo años 1900 hasta la llegada  de la segunda guerra mundial.

El hilo conductor de esta obra son las vicisitudes de una familia burguesa del norte de Francia.  Pierre Hardelot, heredero de una importante fábrica de papel, incumple los deseos de sus padres de casarse con Simone, una rica heredera.  El motivo es que se ha enamorado de Agnes, mujer sin dote y perteneciente a una familia recién llegada al pueblo.  Pierre, de alguna forma no quiere ser como ser como su padre quien acepta sin protestar las órdenes y caprichos de su abuelo.  Irene retrata en sus personajes a diferentes prototipos sociales: el avaro, el romántico, el traidor, lo más sobresaliente es su forma de retratar, de captar con palabras el arranque de las dos guerras mundiales en Francia.

Es un deleite sumergirse en la fotografía narrativa de esta gran escritora.