miércoles, 30 de marzo de 2016

MARZO DEL AÑO 415 d.c.


En un día de Marzo pero del año 415 d.c. muere en forma cruel Hipatia de Alejandría en manos de los cristianos.

Nacida en el año 370 d.c. (aprox) en Alejandría, ciudad de Egipto, creció en el culto ambiente alejandrino, donde otras científicas como las alquimistas María “la hebrea” y Cleopatra habían dejado su marca.  De la madre de Hipatia no se tienen antecedentes, así que esta anónima mujer estuvo casada con Teón de Alejandría, ilustre matemático y filósofo, fue maestro de Hipatia, convirtiéndola en una gran mujer de Ciencia y Filosofía, algo inusual para la época, ya que las mujeres estaban destinadas solamente al hogar.

Teón tenía a cargo el museo, lugar dedicado a la investigación y enseñanza, esta institución había sido fundada por Tolomeo, emperador que sucedió a Alejandro Magno, fundador de la ciudad de Alejandría.  El museo tenía más de cien profesores y alumnos que asistían periódicamente, Hipatia, estudió aquí, y aunque viajó a Italia y Atenas para recibir cursos de filosofía se formó como científica en el Museo, permaneciendo en él hasta su cruel muerte.  El Historiador del siglo V, Sócrates Escolástico se refiere a ella diciendo “la belleza, inteligencia y talento de esta gran mujer fueron legendarios, superó a su padre en todos los campos del saber, especialmente en la observación de los astros”.

Enseñó e investigó durante veinte años matemáticas, geometría, astronomía, lógica, filosofía y mecánica.  Fue oficialmente nombrada para explicar las doctrinas de Platón y Aristóteles, además enseñó geometría, astronomía y álgebra.  Diseñó el astrolabio plano, que se usaba para medir la posición de las estrellas, planetas y sol.  Escribió aproximadamente 44 libros e inventó aparatos como el idómetro, el destilador de agua y el planisferio.  Estudiantes de Europa, Asia y África acudían a sus enseñanzas sobre “La Aritmética de Diofanto”.  Su casa se vio convertida en un auténtico centro intelectual.

Dejemos que nuevamente Sócrates Escolástico la describa: consiguió un grado tal de cultura que superó con mucho a todos los filósofos contemporáneos.  Heredera de la escuela neoplatónica de Plotinio, explicaba todas las ciencias filosóficas a quien lo deseara.

Fue heredera de un conocimiento que pocas veces se vio tan engrandecido, pero los cristianos identificaban este conocimiento con el paganismo por lo que quemaron y destruyeron todos los templos y centros griegos, obligando a las personas a convertirse al cristianismo, quien no se convertía era asesinado.  Hipatia se negó varias veces a convertirse como también a renunciar al conocimiento griego, a la filosofía y a la ciencia.  Fue en la cuaresma de marzo del año 415 que monjes encapuchados y vestidos de negro la sacaron de su carruaje y la arrastraron de los cabellos hasta dentro de una iglesia.  Bajo el liderazgo de San Cirilo y su mano derecha Pedro el Lector, la desnudaron y allí frente al altar y el crucifijo le arrancaron la carne de sus huesos con pedazos de ostras afiladas.  Después la despedazaron, arrojando finalmente el cuerpo mutilado a las llamas.

De este cruel asesinato en nombre de dios, Sócrates Escolástico escribe:
“Todos los hombres la reverenciaban y admiraban por la singular modestia de su mente.  Por lo cual había gran rencor y envidia en su contra y porque conversaba a menudo con Orestes y se contaba entre sus familiares, la gente la acusó de ser la causa de que Orestes y el obispo no se habían hecho amigos.  Para decirlo en pocas palabras, algunos atolondrados, impetuosos y violentos cuyo capitán y guía  era Pedro, un lector de esa iglesia, vieron a esa mujer cuando regresaba a su casa desde algún lado, la arrancaron de su carruaje, la arrastraron a la iglesia llamada Cesárea, la dejaron totalmente desnuda, le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo, descuartizan su cuerpo, llevan los pedazos a un lugar llamado Cinaron y los queman hasta convertirlos en cenizas”.

Orestes informó del asesinato y solicitó a Roma que se iniciara una investigación, pero luego renunció a su puesto y huyó de Alejandría.  La investigación se posponía por falta de testigos y más tarde San Cyrilo fue canonizado y elevado a la categoría de santo.  Duele enterarse que por un afán de dominio y fanatismo religioso, mueran personas de gran inteligencia, que han aportado al desarrollo y evolución del pensamiento y de la ciencia. 


Con el asesinato de Hipatía en manos de los cristianos, se termina la enseñanza platónica en Alejandría y en todo el Imperio Romano, pero no mataron solamente a una persona, mataron a la primera matemática y filósofa mujer de la historia, y a la más notable intelectual de su época.  Hipatía, es considerada como símbolo del pensamiento libre, pero pagó con su vida su libertad, el amor a la sabiduría y a las ciencias.

lunes, 28 de marzo de 2016

El río Ouse un 28 de marzo de 1941



Un día como hoy, pero de 1941, Virginia Woolf, con 59 años de edad, decide caminar por segunda vez hacia el río Ouse.
Virginia plasmó en su obra literaria las dificultades de ser mujer, en un mundo dominado por el sexo masculino.  En su ensayo Un cuarto propio, revela con gran fuerza su pensamiento feminista denunciando la invisibilidad de la mujer, como también la dificultad para acceder a la universidad, la segregación por sexo en la educación, o los estereotipos en la novela.
Tuvo la percepción de que todos albergamos un secreto.  Quizás los abusos sexuales por parte de uno de sus hermanastros, la hizo silenciar y crear un mundo que no se puede compartir con nadie, así como, no se comparte con nadie un secreto.   Y su tristeza, quizás la obtuvo o se agudizó después de ser testigo de la muerte de sus seres queridos (primero su madre cuando Virginia tenía 13 años, diez años más tarde su padre y después una hermana).
Sumida en su propio universo y quizás para evadir tanta realidad comienza una búsqueda implacable de horizontes nuevos donde conocer y reposar su espíritu, en uno de sus diarios escribe:  “ Un descubrimiento en la vida, algo que uno pueda coger entre las manos y decir: esto es”.
Imagino que ese irrumpir, se refiere a sentir o tener algo/alguien que le recuerde que está viva.  O quizás experimentar un arrebato que estremeciera todo su ser, su permanente tristeza, o un arrebato, que estremeciera ese sentimiento de estar deshabitada, de caminar sola y abrirse paso dentro de sus propios miedos.   Al sentirse una extraña para sí misma busca en vano atrapar su esencia y reconoce su derrota ante el esfuerzo “La verdad es que no se puede escribir directamente acerca del alma.  Al mirarla se desvanece”.
Toda la obra de Virginia es una constante experimentación donde usa diversas técnicas narrativas que conducen a sus laberintos internos. 
Después de confesar a su esposo en una carta que presiente que enloquecerá de nuevo y que esta vez no lo podrá soportar porque está escuchando voces, que ya no puede luchar más, que ni siquiera la carta puede escribir y que no puede leer, le agradece la vida que han compartido juntos.

Luego, se comienza su caminata habitual, pero esta vez antes de llegar a la orilla del río, llena las carteras de su abrigo con piedras, con muchas pequeñas piedras y se adentra en las aguas y se entrega a la única condición que la podía salvar.

jueves, 17 de marzo de 2016

Un Exilio de Adriana Borquez A.




Adriana Borquez Adriazola, después del golpe militar ocurrido en nuestro país el año 1973, fue una de las personas que se entregó por entera a: socorrer a los perseguidos y víctimas de la dictadura, dando refugio a los prófugos y entregando vías de escape a quienes estaban en peligro.  Estas acciones tuvieron un devastador resultado, es exonerada de su cargo de profesora y en 1975: es detenida y llevada a Colonia Dignidad y posteriormente al otro centro de detención y tortura llamado La Venda Sexy.

A diferencia de muchos otros testimonios que pertenecen a la literatura testimonial de nuestro país, Adriana en su libro “Un Exilio” narra a través de un yo testigo la experiencia del desarraigo.  Comienza describiendo la habitación que le fue designada en el hotel de refugiados ubicado en Londres.  El cúmulo de emociones de estar viva ¿a salvo? en un no-lugar:  Sentada  en la orilla de aquella cama, mantenía la vista fija más allá de la amplia ventana, abstraída, sumida en mi dolor desconcertado y en recuerdos difusos …”.

Con la sensación de pertenecer a ningún lugar, Adriana trata de incorporarse a la comunidad chilena que sin acogerla, la recibe indiferente.  Comienzan de esta forma una sucesión de hechos que no están de acuerdo con su pensamiento y forma de cuidar y proteger a su propia familia.  Por lo que, ahora se ve enfrentada a: exigir sus derechos de sobrevivencia, mantener unidas a sus hijas, sanarse y sobrevivir en un país extraño.  Sobrevivir, a pesar del cúmulo de emociones que corren vertiginosas por su memoria: Traté de rearmar el mundo dentro de mi mente, para poder romper desde allí el marasmo que me dominaba.  A pesar del esfuerzo denodado, no lograba encajar las piezas de mi universo roto; era como si me faltaran pedazos de mi propia existencia, otros sobraban; me perdía en el laberinto de mi amnesia selectiva, de mis pesadillas recurrentes”.

¿De qué forma se enfrenta el destierro? ¿Qué hacer con el silencio traumático de quien ha sido torturado? ¿Cómo se unifica el espíritu destrozado a un cuerpo herido? “Había sido privada de todo -¡de todo!-, hasta del control de mis funciones fisiológicas”.

Adriana con gran fluidez narrativa va develando estas interrogantes, mientras trata de rearmar su vida.  En este camino protagoniza otras luchas, evidencia otras injusticias, denuncia el abandono del partido en que militaba y observa la buena vida de algunos chilenos que olvidaron la razón por las que se encontraban en Europa.  Con la ayuda de británicos y otras personas ligadas a los Derechos Humanos, se mantuvo fiel a su lucha y a sus principios humanitarios.  Fue así como creó el Centro de Documentación e Investigación “Búsqueda”, que fue un organismo de consulta de las Naciones Unidas.  Hoy, parte de sus archivos se encuentran en el Museo de la Memoria en Chile.

Con voz reflexiva, Adriana va entregando los diversos escenarios que tuvo que enfrentar.  Uno de ellos fue cuando se operó de las caderas y al despertar de la anestesia, el miedo volvió para hacer estragos en su mente:  Los dolores de la intervención quirúrgica pasaron a ser los padecimientos de la tortura:  las enfermeras y los médicos que me rodeaban se convirtieron en sombras amenazantes que en cualquier momento me volverían a conducir a la parrilla; las voces en inglés se transformaron en el alemán de mis torturadores del pasado”.

Sin embargo sus torturadores no la habían vencido, ya que no entregó la información que le exigían, con esa misma fortaleza férrea de su carácter, ahora ya libre, rompe los obstáculos que quisieron acallar su voz de denuncia ante los crímenes de la junta militar.  Es así como, a pesar de que debía rendir exámenes para lograr el grado de Magister en la Universidad de Oxford, se une a la huelga de hambre para impedir la tramitación de una ley de amnistía en Chile,  cruzó junto a los ayunantes permanentes, el barrio universitario y las calles centrales del comercio, hasta llegar al atrio de la iglesia St. Mary, en High Street.

Cuesta imaginar a una mujer con tantas limitaciones físicas a raíz de enfermedad y tortura, con la mente llena de fantasmas, con ataques de pánico, con tres hijas que la acompañan en el exilio y con dos hijos que la esperan en Chile, tenga la fortaleza y la convicción de permanecer, honestamente fiel a una causa.  Adriana es una de las personas que vivió con sentimiento de culpa si disfrutaba o se sentía viva en el país que la acogió, ya que el duelo por la derrota de un sueño de cambio social y la pérdida de amigos y compañeros no la abandonaban.  Regresó, como otros, a Chile con la intención de seguir luchando, pero ¿Qué fue del retorno?  Con profunda nostalgia dice que volver fue:  Lejanía, nuevamente, de lo que aprendí a amar, otras ausencias, otra rutina perdida, ajenidad, estupor de no reencontrar lo que tanto se añoró”.

Adriana Borquez, nos hereda en “Un exilio”, la capacidad de ordenar las experiencias de la vida, nos conecta desde su “yo singular” con la historia de una nación.  Logra tocar al lector con su experiencia y lo traslada a los confines del destierro, sin saber que, cuando llegue a su patria, sentirá otro exilio.